¿Sabrías decir qué tienen en común todas esas cosas de la imagen de portada? (bueno, teniendo en cuenta que ya habrás leído el título, creo que la pregunta está de más, pero en fin… vamos a seguir como si nada…) ¡Exacto! Todas son de color rosa. Pues hoy el color rosa se va a convertir en nuestro protagonista en El Peladillo Cuántico, porque es un color bastante peculiar, aunque probablemente no lo sepas todavía. Pero a partir de hoy, una vez hayas terminado de leer esta entrada, no volverás a ver al color rosa de la misma manera. Comencemos pues...
Antes que nada, aquí debajo tenemos la imagen de un arcoíris que, como ya hemos comentado en varias ocasiones en este blog y en el canal, un arcoíris no es más que la luz ordenada por sus diferentes longitudes de onda.
Recordemos que cada longitud de onda representa un color para nosotros. El azul tiene una longitud de onda determinada que lo hace que lo veamos azul y esta es más corta que la longitud de onda que tiene, por ejemplo, el rojo, que a su vez también tiene la suya propia y más larga. Pero, si te fijas bien, en los arcoíris no aparece el color rosa por ningún lado. Puedes comprobarlo ti mismo volviendo a revisar la imagen de arriba. Esto se debe a que este color no tiene una longitud de onda propia establecida. El color rosa, en realidad, no existe. Sino que más bien lo crea nuestro cerebro.
Pero, ¿por qué? y sobre todo, si esto es cierto, ¿cómo es posible que lo veamos si no existe?
Primero vamos a empezar por entender un poco mejor cómo funcionan esos órganos tan preciados por nosotros: los ojos. Que son los encargados de recibir todo lo que nos llega del exterior.
Los ojos tienen unas células receptoras de la luz situadas en la córnea, que se encargan de enviar información al cerebro para que la procese. Estas células son, por un lado, los bastones: que tienen mucha sensibilidad a la luz y nos ayudan a ver por la noche, aunque no detectan la variedad de colores. Por otro lado están los conos, que estos sí son capaces de detectar los colores y son los que nos interesan para lo que vamos a comentar. Estas células fotorreceptoras reciben los colores primarios de la luz, que son el famoso RGB (Red, Green, Blue). Hay tres tipos de células, una por cada color.
▸Entiropsinas: Son las más sensibles a longitudes de onda más largas (o sea, el color rojo)
▸Cloropsinas: Más sensibles a longitudes de onda medias (en este caso al, color verde)
▸Cianopsinas: Las más sensibles a longitudes de onda cortitas (la luz azul)
A partir de ahí, con la combinación de estos tres tipos de luz van apareciendo el resto de colores del arcoíris.
Pues bien. Volviendo al espectro de luz visible, podemos ver que entre el rojo y el verde está el amarillo. Entonces, si cogemos una luz roja y otra verde y las juntamos obtendríamos el color amarillo (de hecho, si tuvieras unas luces de colores a mano e hicieses el experimento lo podrías comprobar por ti mismo). Esto lo identifican nuestros conos como una mezcla de rojo y verde: se activarían un poco las células que procesan el color rojo (las entiropsinas) y un poco las que procesan el color verde (las cloropsinas). Como resultado nuestro cerebro procesa el color amarillo.
Lo mismo pasa con los colores verde y azul: si juntamos una luz azul y una luz verde se activarían los conos de nuestros ojos relacionados con el color verde (cloropsinas) y otro los que se activan con el azul (cianopsinas) y nuestro cerebro interpretaría el color cian.
Pero, ¿por qué? y sobre todo, si esto es cierto, ¿cómo es posible que lo veamos si no existe?
Primero vamos a empezar por entender un poco mejor cómo funcionan esos órganos tan preciados por nosotros: los ojos. Que son los encargados de recibir todo lo que nos llega del exterior.
Los ojos tienen unas células receptoras de la luz situadas en la córnea, que se encargan de enviar información al cerebro para que la procese. Estas células son, por un lado, los bastones: que tienen mucha sensibilidad a la luz y nos ayudan a ver por la noche, aunque no detectan la variedad de colores. Por otro lado están los conos, que estos sí son capaces de detectar los colores y son los que nos interesan para lo que vamos a comentar. Estas células fotorreceptoras reciben los colores primarios de la luz, que son el famoso RGB (Red, Green, Blue). Hay tres tipos de células, una por cada color.
▸Entiropsinas: Son las más sensibles a longitudes de onda más largas (o sea, el color rojo)
▸Cloropsinas: Más sensibles a longitudes de onda medias (en este caso al, color verde)
▸Cianopsinas: Las más sensibles a longitudes de onda cortitas (la luz azul)
A partir de ahí, con la combinación de estos tres tipos de luz van apareciendo el resto de colores del arcoíris.
Créditos de imagen: study.com |
Lo mismo pasa con los colores verde y azul: si juntamos una luz azul y una luz verde se activarían los conos de nuestros ojos relacionados con el color verde (cloropsinas) y otro los que se activan con el azul (cianopsinas) y nuestro cerebro interpretaría el color cian.
Se puede ver muy bien en el siguiente vídeo, donde una pelota bloquea parte de cada una de las luces y en la sombra se ve el resultado de los otros dos colores juntos. En las zonas donde coinciden los tres colores la luz resultate se ve blanca.
Bien, pues ya sabemos cómo funcionan nuestros ojos y cómo procesa nuestro cerebro los colores: según la longitud de onda recibida (color) se activarán unos u otros conos y en mayor o menor medida. Estas señales son recibidas por el cerebro y éste interpreta el resultado.
Pero, ¿qué pasa con el color rosa? Si os fijais en la tabla el color rojo y el azul están en los dos extremos. Más abajo del rojo vendrían los infrarrojos, ondas de radio, etc., y más ariba del azul y violetas estarían los ultravioletas, rayos X, etc. que tanto unos como otros son longitudes de onda que no podemos ver. Nuestro cerebro no es capaz de procesar esto y en cierto sentido podríamos decir que se «buguea» y rellena lo que falta con un color «inventado», que viene a ser el color rosa, o magenta, o como quieras llamarlo. Los conos hacen su trabajo activando un poco los conos de color rojo y los de color azul, pero el cerebro interpreta esta información a su manera otorgando a ciertos objetos un color que realmente no está ahí: el rosa.
Lo que ocurre es que se activan un poco las cianopsinas y las entiropsinas, mientras que las cloropsinas no se activan. El color rosa podría, por lo tanto, describirse como una ausencia de color verde.
En realidad, si nos quisiéramos poner exquisitos, se podría decir que en realidad no existe ningún color, ya que en realidad lo que percibimos como colores no es más que las propiedades de absorción y reflexión de la luz en ciertos objetos. Por ejemplo, una planta la vemos verde porque absorbe todas las longitudes de onda menos la verde, que la refleja y la percibimos como tal. Una rosa sabemos que es roja porque absorbe todas las longitudes de onda menos la roja que es reflejada y llega hasta nuestros ojos. Los objetos negros absorben todas las longitudes de onda y los blancos las reflejan todas. No hay colores más allá que estas propiedades, es todo una forma que tiene nuestro cerebro de interpretar la realidad que nos rodea.
Así que a partir de ahora, cada vez que veas el color rosa, sabrás que es todo una invención de tu cerebro que se ha encontrado con algo que no sabe muy bien como procesar y la solución a dicho problema ha sido tirar para adelante con un color inventado para hacerte ver la vida un poco más de color de rosa. Jejeje.
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